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Artículo: Economistas abajo, educadores arriba

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Economistas abajo, educadores arriba ¡

  

1 DE ABRIL. Este es el título de un capítulo del libro Basta de historias, del autor Andrés Oppenheimer, en el que nos explica cómo en Latinoamérica queremos atribuir la pobreza en el sector rural a múltiples factores, y no dedicamos suficiente tiempo y recursos a la educación. El miércoles 23 de marzo del presente se publicó en La Prensa el artículo “Oferta exportable y pobreza”, el cual en esencia culpa al agricultor de la pobreza en el campo, argumentando que éste no orienta su actividad a la exportación de productos sofisticados, como hidropónicos … ¿De alto rendimiento?… El autor en su artículo no menciona a los verdaderos responsables de la pobreza rural. Vemos cómo gobierno tras gobierno dilapida millones en programas para desarrollar la agricultura.

Estos programas, en el fondo, siempre han buscado cómo impactar al sector agro, con el fin de captar adeptos para sus partidos políticos y posibles votos en la siguiente campaña. Así se ha malversado gran parte de la deuda externa, que ahora pesa sobre cada uno de nosotros. Lo peor es que aún culpan de este desastre al agricultor, que sufre los embates de las decisiones erradas de quienes desde sus oficinas refrigeradas juegan a dejar vivir o condenar a morir a “rubros”, como lo es actualmente el caso de la cebolla. Estamos en estos momentos en la cosecha de este producto. Agricultores de Natá, tierras altas de Chiriquí y otras zonas. ¿Cómo podrán hacer frente a sus compromisos? Precisamente en estos momentos autorizaron la importación de cebolla, lo que les ha derribado el precio por quintal a 20 dólares en el campo, no obstante, la libra de cebolla para el consumidor no baja de 0.60 centésimos.

Entonces, señores economistas del Centro Nacional de Competitividad, ¿dónde está el problema? Ustedes, que tienen acceso a estadísticas, conocimientos más profundos de cómo se genera la riqueza, ofrezcan recomendaciones que fortalezcan las competencias del hombre que trabaja la tierra. Propongo más capacitación en el agro a todos los niveles, ya que desde el más humilde labrador hasta el agricultor progresista necesita apoyo gratuito para mejorar la rentabilidad de su actividad. El Estado no debe escatimar recursos para ello. Ya hemos invertido grandes sumas en el desarrollo de competencias para el panameño que trabaja en el sector de servicios y en el área del Canal, lo cual es positivo.

Ojalá que de los 40 millones de dólares que el Mida tiene para el desarrollo del agro para el período 2010-2014, y que menciona Zambrano en su artículo, gran parte esté destinado a capacitación, porque de lo contrario no veo cómo podrán los agricultores pagar sus deudas, por más subsidiadas que éstas estén. Deseo agregar que lo que más me impactó del artículo fue la cruel caricatura que manda un mensaje devastador del sector agro al ciudadano, que simplemente ojea los periódicos (que son la mayoría de los lectores).

Una caricatura con un jubiloso agricultor saludando con su birrete desde un moderno tractor con cabina, aire acondicionado y elementos, como los que ya se están utilizando para la agricultura de precisión, podría reivindicar la negativa imagen que se proyecta a los estudiantes que estamos formando para garantizar la seguridad alimentaria de Panamá.

Los panameños que aún vivimos en el interior y nos dedicamos a formar profesionales para que tengan las competencias que requieren los héroes del campo, que sí ven un futuro manejando un tractor, no podemos más que esperar con paciencia la formación de los nuevos educadores comprometidos con el Panamá rural.

“Capacitación y educación” es la principal receta para derrotar la pobreza en nuestra área. Al reflexionar para escribir este artículo, recordé el chiste del pastor que se rehusó a contratar los servicios de un economista, argumentándole lo siguiente: “Ustedes los economistas opinan donde nadie les ha llamado, nos dicen lo que ya sabíamos y no saben nada de nuestro negocio, porque como abono inicial, usted tomó en vez de mi oveja a mi perro”.

Nixa Gnaegi de Ríos

Rectora de la Universidad tecnológica Oteima